VIDA TRANQUILA… UN DÍA EN ALGÚN LUGAR…


En algún lugar de un estado llanero del país el día inicia con el aroma de un café negro como la noche que la precedió.


El cantar de los gallos. El aclarar del pecho del abuelo que ya tenía un par de horas despierto.

Las labores arrancan con el desayuno. Arepas, queso, mantequilla, huevos (perico), café.
Nadie oye las noticias, nadie sale a comprar el periódico. Están a algo más de dos horas de la ciudad (en auto) y el tendido eléctrico nunca llegó a esa zona.

Los hombres se van a atender el ganado. Vacas, becerros, cochinos… La fabricación de queso ha sido parte importante del sustento de esa familia. También atienden los sembradíos y los ven crecer. Maíz, sorgo y cualquier otra planta de esas características.


Salen a vender la producción al mercado (Casi como en los comerciales de un supermercado). Van a la ciudad para hacer compras, el “mercado” para la casa, algún repuesto para la maquinaria o los autos, vacunas para los animales, entre otras cosas.

Las mujeres quedan encargadas de los oficios de la casa: Cocinar, ir a lavar la ropa en el río, alimentar a las aves de corral, limpiar la casa.

Es época de vacaciones escolares y los más jóvenes no tienen que asistir a la escuela.

Los niños pequeños juegan con el mono araña que está amarrado en el porche de la casa y con los perros que están “echados” a la sombra del mango. Los más grandes acompañan a sus mayores a ver cómo se maneja el “negocio familiar”.

Las niñas ayudan con las tareas de sus madres y tías. Cuidan de los infantes, van a la bodega del vecino para hacer el “mandado” (20 minutos caminando, pero casi todos tienen una bicicleta).

Las tardes son parecidas a las mañanas. El almuerzo: Arroz acompañado con algún tipo de leguminosa, carne, ensaladas, queso, jugo o refresco (el hielo lo mandan a comprar)… Luego viene la siesta que toma hasta el monito.

Tras el descanso, los adultos vuelven a sus asuntos. Los chamos se van al río para echarse un baño y ver qué encuentran. Las niñas se van a jugar con las vecinas.

En la tarde-noche los hombres se van al botiquín a “echarse” unas “kurdas” y a jugar bolas criollas… las mujeres a echar cuentos y a escuchar música desde el reproductor del carro.

Los muchachos que andan en búsqueda de novia, salen a pasearse por los caseríos. Y las muchachas se sientan en el capó del camión mientras sus pretendientes les hablan bonito o le cantan una canción acompañados de un cuatro.

Se enciende la planta eléctrica para iluminar la casa… ha llegado la noche…

En esa zona las noches son especialmente hermosas, porque sin la iluminación de los bombillos ni del smog de las ciudades, las estrellas se ven en su máximo esplendor.

La luna reflejada en el río hace resaltar las siluetas de las parejas que se han escapado para darse un “chapuzón”. No hay baba, “tragavenado” o escopeta que evite que se bañen y amen en esas aguas…

Al final del día (noche), están sentados en el porche, hablan del futuro, de lo que se viene para el día que se aproxima, qué se espera de los hijos, alguna anécdota sobre la jornada, los rumores de que el “progreso se avecina” porque el gobierno está instalando redes eléctricas y ya están a pocos kilómetros…

Los niños pequeños se duermen en los brazos de sus respectivas madres, y con ellos se van retirando uno a uno los miembros de la familia. El último en “guardarse” es el abuelo, que mira al cielo como si fuese la última vez.